domingo, 22 de abril de 2007

Origenes del Dreçera II


En espera de la nueva y, seguro, estupenda entrada correspondiente al barranco de Sa Fosca (barranco más largo de Europa, verdadera maratón del descenso de cañones) en el que seguro que los miembros del dreçera triunfan (haber si puede salir un vídeo de esa dreçerada), una pequeña entrada retrospectiva de la primera vez, creo yo, que se junto el dreçera al completo.

La calidad de las fotos no es muy buena pues aun no había alcanzado la era digital al equipo y los escaneos, ya se sabe, nunca son de la calidad deseada.

De hecho digo que es la primera, pues incluso creo recordar que no si fue la primera vez que, como mínimo, yo fui de excursión con el Brota. De hecho no se si lo conocía con anterioridad.

La impresión, por supuesto, fue muy buena, pero recuerdo que me quede con la idea de que, siempre que fuese posible, intentaría no ir en el coche con él, je, je.

Y es que de vuelta, con un coche cargado hasta los topes de material de montaña (literalmente tuvimos que hacer un hueco entre raquetas y mochilas para meternos dentro el Carles y yo), y lloviendo en todo el trayecto yo no paraba de decirle que no corriese mucho, y contra más lo hacía, más corría el y más se petaban el resto del equipo.

Me decían que menos mal que no había pillado al Litus de sus buenas épocas, je, je, es broma.

La excursión fue en Benasque en Semana Santa no se si del 2004 o 2005, las fechas no son lo mio. La intención era subir el Aneto o algo por el estilo, pero el riesgo de aludes era muy alto y decidimos hacer algo más asequible, que se yo, tomarnos unas cervecitas en un pub irlandes con un intento de Sinpa abortado, afortunadamente por el Talegas, Talegas (No Zipi no Talegas).

Un día hicimos una excursión sencilla hasta el refugio que se ve en una de las fotos, pillada Fanguiana al canto y risas mil, y al día siguiente le convencí para "intentar" encontrar la entrada inferior de la integral de Alba y estrenarnos dentro del grupo en el claustofóbico mundo de la espeleología.

Todo quedo en una intentona, después de varias horas ladera arriba, ladera abajo con algún susto que otro (el grosor de nieve era muy considerable) decidimos que la entrada debía estar tapada por la misma nieve y nos volvimos.


De regreso encontremos una mega seta de las que son de tipo leñoso que aun conservo en casa como recuerdo de aquella excursión. Con unas gubias de carpintero le hice un abujero y la utilizo para encender velas aun hoy en día. Incluso alguna vez le he intentado hacer una foto con fines artísticos pero "on n'hi ha no ni raja", je, je, a los resultados me remito.






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